Es que no es sano que yo les diga que es una basura y que no puedo dejar de pensar en él. Que les cuente que me encanta que me llame y me mande sms en el momento que menos lo imagino; que me pregunte cómo estoy (algo tan común pero tan profundo); que me invite al cine, que pase por mi casa solo para saludarme, para abrazarme y decirme que me quiere mucho. No entiendo su naturalidad para endulzarme los oídos con solo gastar un rato de su tiempo para que nos veamos (sin importar si es miércoles, viernes a la noche o domingo a la tarde). Se preguntarán, entonces, ¿por qué digo que es una basura? Bien. Así como todo lo que me ofrece, me hace sentir especial y única en el universo, todo eso junto también me hace entender -con el pasar del tiempo- que quedará solo en eso, que -probablemente- invente día tras día sola en mi cabeza la utopía de tener algo más. ¡Claro! Es sólo eso, es una mentira. ¿Me van a decir que no se dá cuenta de nada? ¡Pero por favor! Y por querer algo diferente de lo que yo quiero, lo catalogo de basura. Por quererme como la mejor amiga. Por quererme como la mejor confidente, la mejor consejera. Por quererme tal cual soy, sin reprocharme nada. Insinuándose (porque ese encanto lo lleva en las venas) pero siempre desde lejos. Y, cuando logro que se acerque, pasa algo y de nuevo lo siento a kilómetros. Es una basura, la más linda de todas.
-Agradecemos a una de nuestras
lectoras por habernos enviado esta historia.
2 comentarios:
El típico doble discurso: ¡Lo odio, te juro que lo odio! pero...: que me hable, que me mire, que me sonría... ¿no ves que es un dulce? pero me hace mal... ¡Lo odio!
(eso me pasa a mí en este momento...)
el camino de la amistad rara vez conduce a otro lugar
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