Semanas después del incidente, la compañera le seguía insistiendo al rubio para salir. Lo ametrallaba a sms invitándolo a comer, al cine, a cualquier lugar donde pudieran estar solos. Él la esquivaba como podía, hasta que no tuvo alternativa. Pero la chica, que no estaba viviendo ya en el mismo hogar, no se enteraba de nada: ni del bombardeo de mensajes ni, mucho menos, de las sucesivas salidas que tuvieron. Ella había conocido a un tano espectacular y estaba empezando algo con él. Y, mientras que la compañera deseaba que la chica muriera de celos por sus citas con el yankee, ésta estaba en otra sintonía, embobada con el cocinero europeo.
Así pasaron las semanas hasta que llegó la última noche de las cuatro en USA. Habían arreglado para ir a comer todas juntas con el rubio. Pero pasó algo que arruinó los planes...
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